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Monday, January 31, 2011

Not since... Toy Story 3 camino de los Oscars

For Your Consideration es una fórmula usada en EEUU en anuncios destinados los votantes de premios de la industria del entretenimiento como, por ejemplo, los Oscars. Con la vista puesta en la candidatura de Toy Story 3, Disney está publicando una serie de carteles encabezados con la frase Not since... seguida del nombre de una película ganadora de la estatuilla.

A continuación os pongo mis favoritos, los correspondientes a El Padrino II, Shakespeare in Love, Sonrisas y lágrimas, American Beauty y El Señor de los Anillos: El retorno del Rey. De momento hay publicados dieciséis, quince de ellos los podéis ver en Los Oscar 2011 (que fue donde yo los conocí), y el último y más reciente en The Pixar Blog









Saturday, January 29, 2011

Proyecto Space Planes

Estupenda la idea de The Viral Factory para publicitar la resistencia de las tarjetas SD de Samsung: lanzar 200 aviones de papel desde la estratosfera, cada uno llevando una tarjeta SD. Las tarjetas llevan cada una un mensaje para aquel que las encuentre con objeto de probar la fortaleza del producto. En la página del proyecto hay un mapa con los lugares donde se ha avisado de una recogida. Aunque el globo se lanzó en Alemania, hay avisos de personas que dicen haber encontrado los aviones en California o Sudáfrica.


Aquí tenéis un vídeo mostrando el lanzamiento de los aviones:


Vía Peta Pixel.

Friday, January 28, 2011

Thursday, January 27, 2011

100 cortos - Your secret

Pues sí, quien lo iba a decir, con el de hoy ya son 100 cortos publicados en el blog.

Cuando hace más de un año empecé con todo esto, me planteé mantener algunas secciones fijas: los jueves, un corto, los viernes o sábado algo de humor, los lunes música... Pero al final lo único que aguantó fueron los cortos. Desde entonces, y descontando los periodos de vacaciones en los que dejaba de publicar, todos los jueves sin falta (bueno, salvo un jueves que creía que era miércoles y acabó siendo el viernes, o algo así) han aparecido en el blog uno o dos cortometrajes hasta llegar hoy al número cien.

Volviendo la vista atrás me gustaría saber cuáles son vuestros favoritos. No importa si sólo has visto uno o dos, si te ha gustado alguno coméntamelo.

Pero hoy no deja de ser jueves, y como todos los jueves... 

El corto de esta semana lo descubrí en Fubiz, y me gustó mucho una frase del resumen que aparece en la página del vídeo en Vimeo: this short movie evokes a complicity between the spectator and the narrator. Esa complicidad que me gustaría evocar en vosotros que leéis esto regularmente o de higos a brevas, los que habéis aguantado uno, cinco o cien cortometrajes a lo largo de este año y medio.

Your secret (2010), de Jean-Sebastien Monzani, no cuenta una historia; es un diálogo entre el autor y el espectador a través de pequeñas notas. En palabras del autor: something cheerful, something mysterious, something simple, something that hopefully maybe brightens your day.



Actualización: He estado curioseando en las estadísticas del blog, y el más visto de estos 100 cortos es, a gran distancia de los demás, Validation, seguido de Leave Me y de Las misteriosas exploraciones geográficas de Jasper Morello.

Tuesday, January 25, 2011

Mi abuelo y los tanques

Mi abuelo (...) era hipnotizador y trabajaba en circos pequeños y toda la ciudad veía en su hipnotismo el deseo de hacer el vago toda la vida. Pero cuando los alemanes cruzaron en marzo nuestra frontera para ocupar todo el país y avanzaban dirección a Praga, el único que fue hacia ellos fue nuestro abuelo, únicamente nuestro abuelo fue a hacerles frente a los alemanes como hipnotizador, a detener los tanques que avanzaban con la fuerza del pensamiento. Así que el abuelo iba por la carretera con los ojos fijos en el primer tanque, que dirigía la vanguardia de aquellos ejércitos motorizados. Y encima de aquel tanque estaba metido hasta la cintura un soldado del Reich, en la cabeza llevaba un birrete negro con la calavera y las tibias cruzadas, y mi abuelo seguía de frente hacia ese tanque y llevaba los brazos estirados y con los ojos les infundía a los alemanes la idea, dad la vuelta y regresad... y de verdad, el primer tanque se detuvo, todo el ejército se quedó quieto, el abuelo tocó aquel tanque con los dedos y siguió emitiendo la misma idea... dad la vuelta y regresad, dad la vuelta y regresad, dad la vuelta... y después un teniente hizo una señal con un banderín y el tanque se puso en marcha, pero el abuelo no se movió y el tanque lo atropelló, le arrancó la cabeza, y ya no hubo nada que le cerrara el camino al ejército del Reich.

Frangmento de Trenes rigurosamente vigilados, de Bohumil Hrabal.

Monday, January 24, 2011

Extras

A cuenta de la polvareda levantada por los chistes de Ricky Gervais en la gala de los Globos de Oro, me he acordado de esta serie que protagonizaba el cómico británico. Coproducida por la BBC y HBO cuenta con dos temporadas de seis episodios cada una más un especial.


Extras es la historia de dos... pues eso, de dos extras que van dando tumbos de producción en producción sin conseguir nunca más que aparecer de simples figurantes. Maggie (Ashley Jensen) es una chica un poco simple que, aunque no está contenta de la vida que lleva, tampoco le pide mucho más. En el otro extremo está su amigo Andy (Ricky Gervais); un perdedor que se decidió tarde por la interpretación, pero que está convencido de su valía. Andy quiere ser actor, y el su primer objetivo, e hilo conductor de la primera temporda, es conseguir un papel con frase. Esto da lugar a algunos de los mejores momentos cómicos de la serie, siempre y cuando seas capaz de aguantar la vergüenza ajena ante un Gervais que no duda en hacer la pelota o humillarse hasta el ridículo ante directores, estrellas o cualquiera que piense que pueda ayudarle.

Pero el principal gancho de la serie son los actores invitados. En cada episodio aparece un famoso que se interpreta a sí mismo. O, mejor dicho, a una versión exagerada de sí mismo. Por ejemplo, en el primer episodio vemos a  un Ben Stiller convertido en una caricatura de divo con grandes humos que quiere ganar prestigio dirigiendo su primera película. Y en la lista aparecen también una Kate Winslet dando consejos sobre sexo telefónico, un Orlando Bloom al que Maggie hace dudar de su encanto o un Daniel Radcliffe desesperado por demostrar que ya no es un niño.

Las estrellas invitadas son al mismo tiempo lo mejor y lo peor de la serie. Mientras que a veces son capaces de regalarnos grandes momentos cómicos (mi favorito cuando Sir Ian McKellen explica a Gervais su método para interpretar a Gandalf en El Señor de los Anillos), cuando el invitado es un personaje local el interés del capítulo decae bastante.



Peronalmente la primera temporada me pareció, salvo algún altibajo, bastante divertida. Pero en la segunda el nivel bajó bastante, aunque antes de contaros por qué tengo que poner una alerta de spoiler.

<INICIO DE SPOILER>
Al final de la primera temporada Andy finalmente ve realizado su sueño: ha logrado vender la idea de una teleserie en la que interpretará uno de los personajes. Pero como pasa en muchos cuentos, cuando el protagonista cumple sus ilusiones se da cuenta de que no eran como había soñado: su papel es el del típico personaje-caricatura restringido a una coletilla graciosa. Llega la fama pero acompañada del desprecio de sus compañeros de oficio. Andy pasa la temporada intentando ganar el respeto perdido, pero ya no es lo mismo, ya no tiene tanta gracia; la empatía que despertaba como perdedor no consigue trasmitirla como triunfador descontento. Tal vez porque, como me recordó un amigo al hablarle de la serie, aquí perdonamos todo salvo el éxito.
<FIN DE SPOILER>

En definitiva, una serie que merece un vistazo si comulgas con el humor de Gervais, aunque sólo sea a los episodios donde aparece algún actor que os guste. Y mucho mejor si es en la primera temporada.

Friday, January 21, 2011

Sin circuitos impresos

Hay que ver cómo ha cambiado el cuento. Parece que una de las ventajas de este televisor Zenith, anunciado en el Selecciones Reader's Digest de Abril de 1967, es que no tiene circuitos impresos. Si es que estas tecnologías nuevas seguro que no traen nada bueno.


"Zenith no tiene circuitos impresos.
El chasis de todo televisor Zenith está fabricado a mano; todas las conexiones alambradas y soldadas a mano.
Mayor seguridad de funcionamiento... menos reparaciones... y una imagen más nítida -año tras año.
Ya que usted compra, compre lo mejor: un televisor Zenith!"

Thursday, January 20, 2011

Turno de noche + Media vida

Seguimos con esta nueva costumbre de programar sesiones dobles de vez en cuando; esta semana con ficción nacional. Empezamos con un poco de terror con Turno de noche (2009) de Víctor Palacios. Un guarda de seguridad se prepara para lo que parece una noche tranquila cuando...


Y después Media vida (2006) del colectivo Delacrew. Realizado en tan sólo 72 horas (que incluyen la creación del guión, el rodaje, la edición y la postproducción), cuenta la agobiante realidad de un hombre que se ve obligado a volver a vivir ciertas situaciones por segunda vez.


Tuesday, January 18, 2011

La niña de Pavlov

Durante un tiempo hemos tenido que medicar a mi hija de un año usando un inhalador. Como no dejaba de llorar y revolverse, mientras duraba el tratamiento le poníamos algún dibujo animado para distraerla. Ahora, cada vez que nos acercamos con la mascarilla señala a la tele sonriendo y dice "¡¡Oyooó!!" (Pocoyó en su lengua).

Monday, January 17, 2011

200 países, 200 años, 4 minutos

Para quitarse el sombrero esta infografía que muestra la evolución de la renta per cápita y la esperanza de vida  por país en los últimos doscientos años. El vídeo forma parte del documental de la BBC The Joy of Stats, presentado por Hans Rosling. En la página de Gapminder podéis acceder también a una versión del gráfico que permite desplazarse por los años y saber a qué país corresponde cada disco.

Friday, January 14, 2011

Sherlock

¿Cómo actuaría el famoso detective creado por Arthur Conan Doyle si viviera hoy en día? A esta premisa intenta responder Sherlock, una miniserie de tres episodios de hora y media de la BBC.


El primer episodio nos presenta a John Watson, antiguo médico del ejército, luchando contra las secuelas de su paso por Afganistán. Intentando volver a la vida normal Watson cruza su camino con Sherlock Holmes, la más grande mente deductiva de la historia. Sin quererlo acaba siendo arrastrado por el torbellino que levanta el investigador a su paso y participando en la investigación de sus casos.

Desde mi punto de vista, es precisamente en la interacción entre estos dos personajes.donde recae el mayor interés de la serie. Watson, un hombre normal, aunque curtido por su paso por el ejército, frente a un Holmes que no sabe ver más allá de su genialidad, una mente entregada al más difícil todavía. Compone Martin Freeman un Dr. Watson simpático y natural, aunque su principal papel en la serie parezca el de hacer de sparring dialéctico del detective

Los guionistas han mantenido a muchos de los personajes que rodeaban al detective en los libros de Conan Doyle: la sr. Hudson, el inspector Lestrade, Mycroff Holmes y, por supuesto, el genio maligno Moriarty. También han adaptado (dulcificando algunas) las manías de Holmes y, por supuesto, han mantenido sus geniales deducciones.

Aquí es donde los creadores de la serie han tenido uno de sus grandes aciertos. Nunca he sido seguidor de Sherlock Holmes (ni, en general, de cualquier otro detective literario); esos grandes finales donde el investigador resuelve el caso a partir de detalles insignificantes siempre me han parecido forzados. Ante esto los guionistas parecen haber pensado: si no lo podemos hacer creíble, al menos hagámoslo espectacular. Las deducciones de Sherlock son tan retorcidas que superan todo lo posible para entrar en el puro espectáculo. Esto es especialmente acusado en el primer episodio, sin duda el mejor de los tres, donde un Holmes desbocado nos muestra cómo componer una historia a partir de... Bueno, no quiero reventároslo, mejor lo veis vosotros.

En resumen, una serie entretenida, con algún momento muy divertido. Lástima que no sea capaz de mantener el nivel del primer episodio y los dos siguientes (especialmente el segundo), se vuelvan confusos a ratos, con momentos en que el ritmo baja demasiado.

Y, para terminar, un comentario dirigido sólo a los que hayáis visto ya el primer episodio después del Sigue leyendo.

Lo que me resultó más flojo del primer episodio fue el enfrentamiento final. Tal vez porque ya había visto antes una versión mucho mejor en La Princesa Prometida, en el duelo de inteligencias entre Vizzini y el Pirata Roberts que os incluyo a continuación. Sólo lo he encontrado en inglés sin subtítulos, pero si habéis visto la película os bastará para recordar la escena (y si no... ¡¡¡como que si no!!! ya estáis corriendo al... ¿videoclub?) .

Thursday, January 13, 2011

Gracias

No podemos decir que Jorge Dorado sea un recién llegado al mundo del cortometraje. Desde 1999 ha dirigido siete cortos y participado como asistente de dirección en otros tantos (entre los que se encuentra La primera vez, que ya apareció por esta sección hace un tiempo). El último que ha estrenado hasta al momento es el sobresaliente Gracias (2009), reciente ganador del Festival Iberioamericano de Cortometrajes ABC, premio que debe en buena parte al excelente trabajo de Luis Callejo, que le valió el premio al mejor actor en el mismo certamen.

Gracias comienza con un encuentro casual entre dos extraños en la cinta de equipajes de un aeropuerto cualquiera: un cruce de miradas, un principio de conversación y...


Podéis verlo sin subtítulos en inglés aquí. Era mi primera opción, pero el código para incluirlo en el blog no va bien.

Wednesday, January 12, 2011

La historia secreta de la Obsolescencia Programada

Durante un tiempo, cada vez que alguien de mi alrededor se quejaba de que se le había estropeado cualquier aparato (coche, ordenador, mp3...) sin motivo aparente, yo solía repetir que eso era por una cápsula de ácido que los fabricantes (o talleres) ponen dentro. El ácido desgasta poco a poco la cápsula hasta que se rompe y hay que llevarlo a reparar o comprarse uno nuevo.

Ayer descubrí que siempre había tenido razón (cosa que nunca había dudado, la verdad), aunque mi cápsula de ácido toma la forma de una serie de estrategias más sutiles que reciben el nombre genérico de Obsolescencia Programada. El que me abrió los ojos fue el documental Comprar, tirar, comprar, emitido este domingo en La 2 y que durante dos semanas estará disponible en la página web de RTVE.

En el documental podréis oír hablar de Phobeus, el cártel que reunió a todos los fabricantes de bombillas e hizo que pasaran de durar 2500 a solo 1000 horas, saber como Dupont pidió a sus químicos que cambiaran la fórmula del material para fabricar sus medias, ya que las originales de nylon duraban demasiado, y en general ver como la obsolescencia programada se ha convertido en uno de los motores que mantiene en marcha nuestra sociedad de consumo. Una sociedad en que la que los fabricantes diseñan sus artículos para no durar, para que no pare nunca el ritmo de las ventas.

Y no nos engañemos, el planeta no puede soportar un sistema basado en crecimiento ininterrumpido. Los recursos se acaban, y el continuo reponer de bienes de consumo general ingentes cantidades de desechos que acaban en vertederos de países del Tercer Mundo. Allí nuestra basura se acumula mientras jóvenes sin protección rebuscan entre toneladas de bienes de consumo para encontrar metal que vender.

Os dejo con un avance del documental invitándoos a que os paséis a verlo en su totalidad antes de que lo eliminen de la web. Recordad que el primer paso antes de solucionar un problema es ser tomar consciencia de él.

Monday, January 10, 2011

Ley de Godwin

A medida que una discusión online se alarga, la probabilidad de que aparezca una comparación en la que se mencione a Hitler o a los nazis tiende a uno.
La Ley de Godwin fue enunciada por Mike Godwin en 1989 o 1990, dependiendo del idioma en que consultes la Wikipedia. Yo la conocí ayer leyendo esta entrada de Alt1040.

Saturday, January 8, 2011

El ruiseñor - Hans Christian Andersen

En China, como sabes muy bien, el Emperador es chino, y chinos son todos los que lo rodean. Hace ya muchos años de lo que voy a contar, mas por eso precisamente vale la pena que lo oigan, antes de que la historia se haya olvidado.

El palacio del Emperador era el más espléndido del mundo entero, todo él de la más delicada porcelana. Todo en él era tan precioso y frágil, que había que ir con mucho cuidado antes de tocar nada. El jardín estaba lleno de flores maravillosas, y de las más bellas colgaban campanillas de plata que sonaban para que nadie pudiera pasar de largo sin fijarse en ellas. Sí, en el jardín imperial todo estaba muy bien pensado, y era tan extenso que el propio jardinero no tenía idea de dónde terminaba. Si seguías andando, te encontrabas en el bosque más espléndido que quepa imaginar, lleno de altos árboles y profundos lagos. Aquel bosque llegaba hasta el mar hondo y azul; grandes embarcaciones podían navegar por debajo de las ramas, y allí vivía un ruiseñor que cantaba tan primorosamente, que incluso el pobre pescador, a pesar de sus muchas ocupaciones, cuando por la noche salía a retirar las redes, se detenía a escuchar sus trinos.

-¡Dios santo, y qué hermoso! -exclamaba; pero luego tenía que atender a sus redes y olvidarse del pájaro hasta la noche siguiente, en que, al llegar de nuevo al lugar, repetía-: ¡Dios santo, y qué hermoso!

De todos los países llegaban viajeros a la ciudad imperial, y admiraban el palacio y el jardín; pero en cuanto oían al ruiseñor, exclamaban:

-¡Esto es lo mejor de todo!

De regreso a sus tierras los viajeros hablaban de él, y los sabios escribían libros y más libros acerca de la ciudad, del palacio y del jardín, pero sin olvidarse nunca del ruiseñor, al que ponían por las nubes; y los poetas componían inspiradísimos poemas sobre el pájaro que cantaba en el bosque, junto al profundo lago.

Aquellos libros se difundieron por el mundo, y algunos llegaron a manos del Emperador. Se hallaba sentado en su sillón de oro, leyendo y leyendo; de vez en cuando hacía con la cabeza un gesto de aprobación, pues le satisfacía leer aquellas magníficas descripciones de la ciudad, del palacio y del jardín. «Pero lo mejor de todo es el ruiseñor», decía el libro.

«¿Qué es esto? -pensó el Emperador-. ¿El ruiseñor? Jamás he oído hablar de él. ¿Es posible que haya un pájaro así en mi imperio, y precisamente en mi jardín? Nadie me ha informado. ¡Está bueno que uno tenga que enterarse de semejantes cosas por los libros!»

Y mandó llamar al mayordomo de palacio, un personaje tan importante, que cuando una persona de rango inferior se atrevía a dirigirle la palabra o hacerle una pregunta, se limitaba a contestarle: «¡P!». Y esto no significa nada.

-Según parece, hay aquí un pájaro de lo más notable, llamado ruiseñor -dijo el Emperador-. Se dice que es lo mejor que existe en mi imperio; ¿por qué no se me ha informado de este hecho?

-Es la primera vez que oigo hablar de él -se justificó el mayordomo-. Nunca ha sido presentado en la Corte.

-Pues ordeno que acuda esta noche a cantar en mi presencia -dijo el Emperador-. El mundo entero sabe lo que tengo, menos yo.

-Es la primera vez que oigo hablar de él -repitió el mayordomo-. Lo buscaré y lo encontraré.


¿Encontrarlo?, ¿dónde? El dignatario se cansó de subir y bajar escaleras y de recorrer salas y pasillos. Nadie de cuantos preguntó había oído hablar del ruiseñor. Y el mayordomo, volviendo al Emperador, le dijo que se trataba de una de esas fábulas que suelen imprimirse en los libros.

-Vuestra Majestad Imperial no debe creer todo lo que se escribe; son fantasías y una cosa que llaman magia negra.

-Pero el libro en que lo he leído me lo ha enviado el poderoso Emperador del Japón -replicó el Soberano-; por tanto, no puede ser mentiroso. Quiero oír al ruiseñor. Que acuda esta noche a mi presencia para cantar bajo mi especial protección. Si no se presenta mandaré que todos los cortesanos sean pateados en el estómago después de cenar.

-¡Tsing-pe! -dijo el mayordomo; y vuelta a subir y bajar escaleras y a recorrer salas y pasillos, y media Corte con él, pues a nadie le hacía gracia que le patearan el estómago. Y todo era preguntar por el notable ruiseñor, conocido por todo el mundo menos por la Corte.

Finalmente dieron en la cocina con una pobre muchachita que exclamó:

-¡Dios mío! ¿El ruiseñor? ¡Claro que lo conozco! ¡qué bien canta! Todas las noches me dan permiso para que lleve algunas sobras de comida a mi pobre madre que está enferma. Vive allá en la playa, y cuando estoy de regreso me paro a descansar en el bosque y oigo cantar al ruiseñor. Y oyéndolo se me vienen las lágrimas a los ojos como si mi madre me besase. Es un recuerdo que me estremece de emoción y dulzura.

-Pequeña fregaplatos -dijo el mayordomo-, te daré un empleo fijo en la cocina y permiso para presenciar la comida del Emperador, si puedes traernos al ruiseñor; está citado para esta noche.

Todos se dirigieron al bosque, al lugar donde el pájaro solía situarse; media Corte tomaba parte en la expedición. Avanzaban a toda prisa, cuando una vaca se puso a mugir.

-¡Oh! -exclamaron los cortesanos-. ¡Ya lo tenemos! ¡Qué fuerza para un animal tan pequeño! Ahora que caigo en ello, no es la primera vez que lo oigo.

-No, eso es una vaca que muge -dijo la fregona Aún tenemos que andar mucho.

Luego oyeron las ranas croando en una charca.

-¡Magnífico! -exclamó un cortesano-. Ya lo oigo, suena como las campanillas de la iglesia.

-No, eso son ranas -contestó la muchacha-. Pero creo que no tardaremos en oírlo.

Y en seguida el ruiseñor se puso a cantar.

-¡Es él! -dijo la niña-. ¡Escuchen, escuchen! ¡Allí está! -y señaló un avecilla gris posada en una rama.

-¿Es posible? -dijo el mayordomo-. Jamás lo habría imaginado así. ¡Qué vulgar! Seguramente habrá perdido el color, intimidado por unos visitantes tan distinguidos.

-Mi pequeño ruiseñor -dijo en voz alta la muchachita-, nuestro gracioso Soberano quiere que cantes en su presencia.

-¡Con mucho gusto! - respondió el pájaro, y reanudó su canto que daba gloria oírlo.

-¡Parecen campanitas de cristal! -observó el mayordomo.

-¡Miren cómo se mueve su garganta! Es raro que nunca lo hubiésemos visto. Causará sensación en la Corte.

-¿Quieren que vuelva a cantar para el Emperador? -preguntó el pájaro, pues creía que el Emperador estaba allí.

-Mi pequeño y excelente ruiseñor -dijo el mayordomo- tengo el honor de invitarlo a una gran fiesta en palacio esta noche, donde podrá deleitar con su magnífico canto a Su Imperial Majestad.

-Suena mejor en el bosque -objetó el ruiseñor; pero cuando le dijeron que era un deseo del Soberano, los acompañó gustoso.

En palacio todo había sido pulido y fregado. Las paredes y el suelo, que eran de porcelana, brillaban a la luz de millares de lámparas de oro; las flores más exquisitas, con sus campanillas, habían sido colocadas en los corredores; las idas y venidas de los cortesanos producían tales corrientes de aire que las campanillas no cesaban de sonar y uno no oía ni su propia voz.

En medio del gran salón donde el Emperador estaba, habían puesto una percha de oro para el ruiseñor. Toda la Corte estaba presente, y la pequeña fregona había recibido autorización para situarse detrás de la puerta, pues tenía ya el título de cocinera de la Corte. Todo el mundo llevaba sus vestidos de gala, y todos los ojos estaban fijos en la avecilla gris, a la que el Emperador hizo signo de que podía empezar.

El ruiseñor cantó tan deliciosamente que las lágrimas acudieron a los ojos del Soberano; y cuando el pájaro las vio rodar por sus mejillas, volvió a cantar mejor aún, hasta llegarle al alma. El Emperador quedó tan complacido que dijo que regalaría su chinela de oro al ruiseñor para que se la colgase al cuello. Mas el pájaro le dio las gracias, diciéndole que ya se consideraba suficientemente recompensado.

-He visto lágrimas en los ojos del Emperador; éste es para mí el mejor premio. Las lágrimas de un rey poseen una virtud especial. Dios sabe que he quedado bien recompensado -y reanudó su canto con su dulce y melodiosa voz.

-¡Es la lisonja más amable y graciosa que he escuchado en mi vida! -exclamaron las damas presentes; y todas se fueron a llenarse la boca de agua para gargarizar cuando alguien hablase con ellas; pues creían que también ellas podían ser ruiseñores. Sí, hasta los lacayos y las camareras expresaron su aprobación, y esto es decir mucho, pues son siempre más difíciles de contentar. Realmente el ruiseñor causó sensación.

Se quedaría en la Corte, en una jaula particular, con libertad para salir dos veces durante el día y una durante la noche. Pusieron a su servicio diez criados, a cada uno de los cuales estaba sujeto por medio de una cinta de seda que le ataron alrededor de la pierna. La verdad es que no eran precisamente de placer aquellas excursiones.

La ciudad entera hablaba del notabilísimo pájaro, y cuando dos se encontraban, se saludaban diciendo el uno: «Rui» y respondiendo el otro: «Señor»; luego exhalaban un suspiro, indicando que se habían comprendido. Hubo incluso once verduleras que pusieron su nombre a sus hijos, pero ni uno de ellos resultó capaz de dar una nota.

Un buen día el Emperador recibió un gran paquete rotulado: «El ruiseñor».

-He aquí un nuevo libro acerca de nuestro famoso pájaro -exclamó el Emperador. Pero resultó que no era un libro, sino un pequeño ingenio puesto en una jaula, un ruiseñor artificial, imitación del vivo, pero cubierto materialmente de diamantes, rubíes y zafiros. Sólo había que darle cuerda y se ponía a cantar una de las melodías que cantaba el de verdad, levantando y bajando la cola, todo él un ascua de plata y oro. Llevaba una cinta atada al cuello y en ella estaba escrito: «El ruiseñor del Emperador del Japón es pobre en comparación con el del Emperador de la China».

-¡Soberbio! -exclamaron todos, y el emisario que había traído el ave artificial recibió inmediatamente el título de Gran Portador Imperial de Ruiseñores.

-Ahora van a cantar juntos. ¡Qué dúo harán!

Y los hicieron cantar a dúo; pero la cosa no marchaba, pues el ruiseñor auténtico lo hacía a su manera y el artificial iba con cuerda.

-No se le puede reprochar -dijo el Director de la Orquesta Imperial-; mantiene el compás exactamente y sigue mi método al pie de la letra.

En adelante, el pájaro artificial tuvo que cantar solo. Obtuvo tanto éxito como el otro; además, era mucho más bonito, pues brillaba como un puñado de pulseras y broches.

Repitió treinta y tres veces la misma melodía, sin cansarse, y los cortesanos querían volver a oírla de nuevo, pero el Emperador opinó que también el ruiseñor verdadero debía cantar algo. Pero, ¿dónde se había metido? Nadie se había dado cuenta de que, saliendo por la ventana abierta, había vuelto a su verde bosque.

-¿Qué significa esto? -preguntó el Emperador. Y todos los cortesanos se deshicieron en reproches e improperios, tachando al pájaro de desagradecido-. Por suerte nos queda el mejor -dijeron, y el ave mecánica hubo de cantar de nuevo, repitiendo por trigésimo cuarta vez la misma canción; pero como era muy difícil no había modo de que los oyentes se la aprendieran. El Director de la Orquesta Imperial se hacía lenguas del arte del pájaro, asegurando que era muy superior al verdadero, no sólo en lo relativo al plumaje y la cantidad de diamantes, sino también interiormente.

-Pues fíjense Vuestras Señorías, y especialmente Su Majestad, que con el ruiseñor de carne y hueso nunca se puede saber qué es lo que va a cantar. En cambio, en el artificial todo está determinado de antemano. Se oirá tal cosa y tal otra, y nada más. En él todo tiene su explicación: se puede abrir y poner de manifiesto cómo obra la inteligencia humana, viendo cómo están dispuestas las ruedas, cómo se mueven, cómo una se engrana con la otra.

-Eso pensamos todos -dijeron los cortesanos, y el Director de la Orquesta Imperial fue autorizado para que el próximo domingo mostrara el pájaro al pueblo-. Todos deben oírlo cantar -dijo el Emperador; y así se hizo, y quedó la gente tan satisfecha como si se hubiesen emborrachado con té, pues así es como lo hacen los chinos; y todos gritaron: «¡Oh!», y levantando el dedo índice se inclinaron profundamente. Mas los pobres pescadores que habían oído al ruiseñor auténtico, dijeron:

-No está mal; las melodías se parecen, pero le falta algo, no sé qué...

El ruiseñor de verdad fue desterrado del país.

El pájaro mecánico estuvo en adelante junto a la cama del Emperador, sobre una almohada de seda; todos los regalos con que había sido obsequiado -oro y piedras preciosas- estaban dispuestos a su alrededor, y se le había conferido el título de Primer Cantor de Cabecera Imperial, con categoría de número uno al lado izquierdo. Pues el Emperador consideraba que este lado era el más noble, por ser el del corazón, que hasta los emperadores tienen a la izquierda. Y el Director de la Orquesta Imperial escribió una obra de veinticinco tomos sobre el pájaro mecánico; tan larga y erudita, tan llena de las más difíciles palabras chinas, que todo el mundo afirmó haberla leído y entendido, pues de otro modo habrían pasado por tontos y recibido patadas en el estómago.

Así transcurrieron las cosas durante un año; el Emperador, la Corte y todos los demás chinos se sabían de memoria el trino de canto del ave mecánica, y precisamente por eso les gustaba más que nunca; podían imitarlo y lo hacían. Los golfillos de la calle cantaban: «¡tsitsii, cluclucluk!», y hasta el Emperador hacía coro. Era de veras divertido.

Pero he aquí que una noche, estando el pájaro en pleno canto, el Emperador, que estaba ya acostado, oyó de pronto un «¡crac!» en el interior del mecanismo; algo había saltado. «¡Schnurrrr!», se escapó la cuerda, y la música cesó.

El Emperador saltó de la cama y mandó llamar a su médico de cabecera; pero, ¿qué podía hacer el hombre? Entonces fue llamado el relojero, quien tras largos discursos y manipulaciones arregló un poco el ave; pero manifestó que debían andarse con mucho cuidado con ella y no hacerla trabajar demasiado, pues los pernos estaban gastados y no era posible sustituirlos por otros nuevos que asegurasen el funcionamiento de la música. ¡Qué desolación! Desde entonces sólo se pudo hacer cantar al pájaro una vez al año, y aun esto era una imprudencia; pero en tales ocasiones el Director de la Orquesta Imperial pronunciaba un breve discurso, empleando aquellas palabras tan intrincadas, diciendo que el ave cantaba tan bien como antes, y no hay que decir que todo el mundo se manifestaba de acuerdo.

Pasaron cinco años, cuando he aquí que una gran desgracia cayó sobre el país. Los chinos querían mucho a su Emperador, el cual estaba ahora enfermo de muerte. Ya había sido elegido su sucesor, y el pueblo, en la calle, no cesaba de preguntar al mayordomo de Palacio por el estado del anciano monarca.

-¡P! -respondía éste, sacudiendo la cabeza.

Frío y pálido yacía el Emperador en su grande y suntuoso lecho. Toda la Corte lo creía ya muerto y cada cual se apresuraba a ofrecer sus respetos al nuevo soberano. Los camareros de palacio salían precipitadamente para hablar del suceso, y las camareras se reunieron en un té muy concurrido. En todos los salones y corredores habían tendido paños para que no se oyera el paso de nadie, y así reinaba un gran silencio.

Pero el Emperador no había expirado aún; permanecía rígido y pálido en la lujosa cama, con sus largas cortinas de terciopelo y macizas borlas de oro. Por una ventana que se abría en lo alto de la pared, la luna enviaba sus rayos que iluminaban al Emperador y al pájaro mecánico.

El pobre Emperador jadeaba con gran dificultad; era como si alguien se le hubiera sentado sobre el pecho. Abrió los ojos y vio que era la Muerte, que se había puesto su corona de oro en la cabeza y sostenía en una mano el dorado sable imperial, y en la otra, su magnífico estandarte. En torno, por los pliegues de los cortinajes asomaban extravías cabezas, algunas horriblemente feas, otras de expresión dulce y apacible: eran las obras buenas y malas del Emperador, que lo miraban en aquellos momentos en que la muerte se había sentado sobre su corazón.

-¿Te acuerdas de tal cosa? -murmuraban una tras otra-. ¿Y de tal otra? -Y le recordaban tantas, que al pobre le manaba el sudor de la frente.

-¡Yo no lo sabía! -se excusaba el Emperador-. ¡Música, música! ¡Que suene el gran tambor chino -gritó- para no oír todo eso que dicen!

Pero las cabezas seguían hablando y la Muerte asentía con la cabeza, al modo chino, a todo lo que decían.

-¡Música, música! -gritaba el Emperador-. ¡Oh tú, pajarillo de oro, canta, canta! Te di oro y objetos preciosos, con mi mano te colgué del cuello mi chinela dorada. ¡Canta, canta ya!

Mas el pájaro seguía mudo, pues no había nadie para darle cuerda, y la Muerte seguía mirando al Emperador con sus grandes órbitas vacías; y el silencio era lúgubre.

De pronto resonó, procedente de la ventana, un canto maravilloso. Era el pequeño ruiseñor vivo, posado en una rama. Enterado de la desesperada situación del Emperador, había acudido a traerle consuelo y esperanza; y cuanto más cantaba, más palidecían y se esfumaban aquellos fantasmas, la sangre afluía con más fuerza a los debilitados miembros del enfermo, e incluso la Muerte prestó oídos y dijo:

-Sigue, lindo ruiseñor, sigue.

-Sí, pero, ¿me darás el magnífico sable de oro? ¿Me darás la rica bandera? ¿Me darás la corona imperial?

Y la Muerte le fue dando aquellos tesoros a cambio de otras tantas canciones, y el ruiseñor siguió cantando, cantando del silencioso camposanto donde crecen las rosas blancas, donde las lilas exhalan su aroma y donde la hierba lozana es humedecida por las lágrimas de los supervivientes. La Muerte sintió entonces nostalgia de su jardín y salió por la ventana, flotando como una niebla blanca y fría.

-¡Gracias, gracias! -dijo el Emperador-. ¡Bien te conozco, avecilla celestial! Te desterré de mi reino; sin embargo, con tus cantos has alejado de mi lecho los malos espíritus, has ahuyentado de mi corazón la Muerte. ¿Cómo podré recompensarte?

-Ya me has recompensado -dijo el ruiseñor-. Arranqué lágrimas a tus ojos la primera vez que canté para ti; esto no lo olvidaré nunca, pues son las joyas que contentan al corazón de un cantor. Pero ahora duerme y recupera las fuerzas, que yo seguiré cantando.

Así lo hizo, y el Soberano quedó sumido en un dulce sueño; ¡qué sueño tan dulce y tan reparador!

El sol entraba por la ventana cuando el Emperador se despertó, sano y fuerte. Ninguno de sus criados había vuelto aún, pues todos lo creían muerto. Sólo el ruiseñor seguía cantando en la rama.

-¡Nunca te separarás de mi lado! -le dijo el Emperador-. Cantarás cuando te apetezca; y en cuanto al pájaro mecánico, lo romperé en mil pedazos.

-No lo hagas -suplicó el ruiseñor-. Él cumplió su misión mientras pudo; guárdalo como hasta ahora. Yo no puedo anidar ni vivir en palacio, pero permíteme que venga cuando se me ocurra; entonces me posaré junto a la ventana y te cantaré para que estés contento y reflexiones. Te cantaré de los felices y también de los que sufren; y del mal y del bien que se hace a tu alrededor sin tú saberlo. Tu pajarillo cantor debe volar a lo lejos, hasta la cabaña del pobre pescador, hasta el tejado del campesino, hacia todos los que residen apartados de ti y de tu Corte. Prefiero tu corazón a tu corona... aunque la corona exhala cierto olor a cosa santa. Volveré a cantar para ti. Pero debes prometerme una cosa.

-¡Lo que quieras! -dijo el Emperador, incorporándose en su ropaje imperial, que ya se había puesto, y oprimiendo contra su corazón el pesado sable de oro.

-Una cosa te pido: que no digas a nadie que tienes un pajarito que te cuenta todas las cosas. ¡Saldrás ganando!

Y se echó a volar.

Entraron los criados a ver a su difunto Emperador. Entraron, sí, y el Emperador les dijo: ¡Buenos días!

FIN

La transcripción la he obtenido de la fabulosa Biblioteca Digital de Ciudad Seva. Las ilustraciones son de Edmund Dulac, Margaret Tarrant y Milo Winter y las encontré en SurLaLune, una página a tener en cuenta a partir de ahora.

Thursday, January 6, 2011

Meet Buck

¿Qué puede salir mal cuando un joven conoce a la padre de su novia? ¿Y si el muchacho tiene cabeza de ciervo y el padre...? Bueno, tampoco quiero reventaros el argumento de Meet Buck (2010), un corto de animación a muchas revoluciones creado por Denis Bouyer, Yann De Preval, Vincent E Sousa y Laurent Monneron.


Vía Fubiz.

Tuesday, January 4, 2011

Falling things - Martin Klimas



Según indica en el currículum puede descargarse en su web, Martin Klimas nació en Singen (Alemania) en 1971. De su trabajo dice:
"En mis fotografías puedes ver el mundo a través de los ojos de una cámara de alta velocidad. Esta forma de mirar nos ofrece algo que normalmente no está a la vista, este instante de cambio que sólo podemos imaginar. Yo nos ofrezco una forma distinta de ver este proceso. Es un estado intermedio. Un estado donde descanso y movimiento pueden coexistir."







Descubrí a Martin Klimas gracias a una entrada de Photography Blog sobre su serie Flowervases. Más fotos de esta y otras series en la página web del autor.

Monday, January 3, 2011

Another Sunny Day - Belle & Sebastian

Vamos a intentar que no pueda con nosotros el primer lunes del año. ¿Qué tal un poco de música para levantar el ánimo? Ahí va otra de esas canciones que no paran de sonarme en la cabeza últimamente.

Saturday, January 1, 2011

Sellos de Pixar

Esta semana el servicio postal de Estados Unidos anunció la emisión de varios sellos especiales para 2011, entre los que se encontraban una serie de cinco dedicada a personajes de Pixar. Otro homenaje más para esta verdadedra fábrica de sueños, que ha conseguido que una de mis ilusiones para el nuevo año sea descubrir qué nueva maravilla nos trae.


La noticia la descubrí en El País, que referenciaba a The New York Times, que fue donde conseguí las imágenes.