Un anciano cortador de bambú, de nombre Taketori no Okina (el anciano que cosecha bambú), se dirigía como cada día a recolectar los tallos con los que se ganaba la vida. Pero esa mañana iba a ser distinta a las demás: al caminar por el bosque encontró frente sí un tallo de bambú que brillaba misteriosamente. Con mucha precaución procedió a cortarlo, para descubrir en su interior un hermoso bebé del tamaño de su pulgar.
Cuando se recuperó de su sorpresa, Taketori acunó a la pequeña con cuidado entre sus manos y la llevó a su casa. Su esposa y él tomaron la aparición de la niña como una bendición, y decidieron cuidarla como la hija que nunca habían tenido, llamádola Kaguya-hime (radiante princesa de la noche).
|
Taketori no Okina lleva a Kaguya-hime a su casa. Dibujo de Tosa Horomichi (1650). Fuente Wikipedia Commons. |
Tras ese día, cada vez que Taketori no Okina salía a cortar bambú, dentro de cada tallo encontraba pequeñas nueces de oro. Pronto se hizo rico, mientras Kaguya crecía hasta convertirse en una mujer extraordinariamente hermosa. Aunque el anciano intentó mantenerla aislada del mundo exterior, no pudo evitar que se extendiera la noticia de su belleza.
Un día cinco príncipes llegaron a la residencia del anciano a pedir la mano de Kaguya. Esta se negó a siquiera a considerar la posibilidad de casarse, pero los príncipes no desfallecieron. Se dedicaron a asediar a Taketori hasta que consiguieron convencerle de interceder ante su hija adoptiva para que escogiera a uno de ellos. Kaguya quería mucho a su padre y no quería desairarle, por lo que anunció que se casaría con aquel que consiguiera completar una difícil búsqueda.
A cada príncipe Kaguya encargó un objeto, a cual más extraño e inalcanzable. El primero debería traerle un cuenco de la India que había pertenecido al mismísimo Buda. Al segundo le encargó una rama hecha de oro, plata y joyas de la isla de Penglai. El tercero debía buscar la piel de la legendaria rata del fuego de China. Al cuarto le correspondió buscar una joya engarzada en el cuello de un dragón. Finalmente, el quinto príncipe debería encontrar una concha preciosa que sólo se hallaba en los nidos de ciertas golondrinas.
El primer príncipe era perezoso y, en lugar de viajar a la India, pagó una gran suma por un cuenco en un templo de Kyoto. Luego lo mandó a la princesa junto con una carta donde relataba los grandes riesgos que había pasado en su viaje. Extrañada de que hubiera vuelto tan pronto, pero ilusionada ante aquella importante reliquia, la princesa abrió el presente. Pero en cuanto lo vio se dio cuenta de que el cuenco no resplandecía de luz sagrada y se lo devolvió, decepcionada, al príncipe, que lo guardó desde entonces como recordatorio de que se podía esperar nada bueno del mundo si no estabas dispuesto a trabajar por ello.
El segundo príncipe volvió al cabo de tres años sucio y con sus ropas desgastadas, pero con una hermosísima rama de oro y joyas tal y como había pedido la princesa. A continuación relató como había llevado a cabo un viaje lleno de peligros y privaciones en el que casi pierde la vida. Las lágrimas empezaron a asomar en los ojos de Kaguya al imaginar el sufrimiento que había hecho pasar al joven cuando fueron interrumpidos. Seis orfebres buscaban al príncipe reclamando el pago por los tres años que habían pasado escondidos a su servicio construyendo la rama. Avergonzado, el segundo príncipe marchó fuera del país para no volver, mientras que Kaguya le devolvía la rama a los artesanos al tiempo que les pagaba por su trabajo.
El tercer príncipe mandó un criado con un saco de oro a un amigo suyo que vivía en China. Este buscó y buscó hasta que, justo antes de perder la esperanza, llegó a sus manos la preciada piel. Cuando el príncipe se la presentó a Kaguya, esta quiso probarla arrojándola a las llamas. Según la leyenda la piel debería salir indemne. Pero al tocar le fuego la piel se consumió en cenizas y el príncipe abandonó la habitación cabizbajo.
Finalmente el cuarto y quinto príncipes, aunque intentaron encarecidamente completar sus búsquedas, acabaron renunciando a ellas tras pasar por múltiples privaciones.
Después del fracaso de sus pretendientes, Kaguya se dedicó a pasar los días en la tranquilidad de su casa acompañando a sus ancianos padres. No habría de durar mucho esa paz. La leyenda de su belleza acabó llegando a la corte del Emperador, que mandó llamarla a la corte. Cuando los mensajeros trajeron de vuelta la negativa de la joven, el Emperador decidió acabar con su curiosidad yendo él mismo a verla.
En cuanto puso los ojos en Kaguya cayó profundamente enamorado. Pero la joven rechazó sus insistentes ofertas de matrimonio diciéndole que ella no era de este mundo, y que nunca podría acompañarle. El Emperador volvió a su palacio lleno de tristeza, aunque no quiso perder el contacto con ella y periódicamente le enviaba poemas de amor.
El verano después de su encuentro con el Emperador, el padre de Kaguya notó que la muchacha estaba cada vez más triste, y que pasaba las noches contemplando melancólica la luna. Cuando le interrogó, ella confesó entre lágrimas que sus días en la Tierra estaban acabando, y que en la siguiente luna llena vendrían a buscarla sus iguales para llevarla de nuevo a su hogar en la Luna.
Preocupado, el padre mandó aviso al Emperador, que en seguida mandó los mil mejores hombres de su ejército para velar la casa y proteger a Kaguya. Los días pasaron y en la víspera de la luna llena la joven se despidió entre lágrimas de sus padres, disculpándose por no poder quedarse a cuidar su vejez.
Esa noche la luna surgió más brillante que nunca, ascendiendo lentamente bajo la nerviosa mirada de los soldados, que esperaban con las armaduras dispuestas, las espadas desenvainadas y flechas en los arcos. Cuando el astro alcanzó su cénit se hizo visible un cortejo que bajaba a la tierra en medio de una dulce música. En cuanto fueron bañados por la luz que desprendían los seres celestiales los soldados quedaron paralizados, observando inertes como los habitantes de la Luna se acercaban a la casa.
Allí esperaba Kaguya. Besó a sus padres entre lágrimas y se acercó al hombre que encabezaba la marcha, que le tendió un frasco de elixir de la vida. Al beberlo todos los recuerdos de lo que había sido su vida en la Tierra le abandonaron, convirtiéndose de nuevo en una inmortal Princesa de la Luna, y marchó de vuelta a su hogar celestial rodeada por sus iguales.
|
Kaguya-hime vuelve a su hogar en la Luna. Dibujo de Tosa Horomichi (1650). Fuente Wikipedia Commons. |
No fue una tarea grata para el oficial de la corte llevar la noticia al Emperador, acompañada de la botella con los restos del elixir y una carta para él que Kaguya le había confiado antes de partir. El Emperador leyó la carta y, entre lágrimas, preguntó a sus consejeros cuál era la montaña más cercana al cielo. "La gran montaña de la provincia de Sugura", le respondieron. Allí mandó el Emperador a sus hombres para que quemaran la carta junto al resto del elixir, que no se atrevió a tocar, para que al ascender al cielo el humo sirviera como mensaje de despedida a aquella que había robado su corazón.
Según la leyenda, desde entonces la montaña recibie el nombre de Monte Inmortalidad o, en japonés, Monte Fuji, atribuyéndose el humo que ascendía desde su cima (cuando aún estaba activo) a los restos del mensaje del Emperador.
FIN
Descubrí el cuento de
El cortador de bambú o
La princesa de la Luna por casualidad en una entrada de la
Wikipedia inglesa. Como no fui capaz de encontrar una versión en castellano que me gustase, he preferido reescribirlo. Al principio me limité a traducir la página de Wikipedia, pero luego me fue picando el gusanillo y busqué un par de versiones más (
esta y
esta) que, aunque coincidían en lo fundamental, mostraban ciertas discrepancias, sobre todo en el final. Finalmente me he decidido por usar las partes que más me gustaban de cada una de las versiones para montar un cuento a mi gusto.
Traduje el primer borrador durante las vacaciones de Navidad, pero no había vuelto a acordarme de él hasta que los últimos y desgraciados acontecimientos nos han hecho tener a Japón presente en nuestros pensamientos. Si queréis podéis aportar vuestra ayuda a las víctimas desde esta
página de la Cruz Roja.