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Monday, January 30, 2012

Los glamourosos años 60 de Kevin Dart

El artista norteamericano Kevin Dart decidió dedicarse a la ilustración cuando en unas vacaciones descubrió una pila de viejas revistas LIFE de los años sesenta en casa de sus padres: "Recuerdo sentir que no había nadie que pudiera compararse con los antiguos ilustradores de esas revistas. Después de eso, empecé a investigar y estudiar más ilustradores clásicos hasta que se convirtió en un completa obsesión".

Este amor por la estética más glamourosa de los años sesenta se desprende de muchos de sus trabajos. Por ejemplo, en este estupendo anuncio para la firma de gafas Persol, codirigido con Stéphane Coëdel.




Tras un paso por Nintendo, Kevin Dart dejó los videojuegos por la animación, con trabajos en Disney, Pixar y Cartoon Network. Entre sus trabajos se cuenta además un anuncio para la promoción de las Olimpiadas de Londres 2012 en la BBC o carteles para la gira del grupo No Doubt.



Uno de sus trabajos más destacados es la creación de Yuki 7 and the Gadget Girls. Yuki es una atractiva agente secreta, fruto de su devoción por las películas de espías de los 60. Concebida como "una serie de películas ficticias que, de haberse realizado, hubieran sido las mejores películas de espías jamás realizadas, llenas con increíbles escenas de persecuciones, asombrosos vestuarios y decorados y hermosas mujeres", Yuki 7 acabó como libros de ilustraciones para los que contó con la colaboración de varios artistas.

Para la presentación de los volúmenes de la serie, Kevin dirigió, también con Stéphane Cöedel, unos cortos a modo de trailers de películas protagonizadas por Yuki 7: A Kiss from Tokio y Looks That Kill, la segunda y más conseguida que podéis ver a continuación, seguida de algunas muestras más del talento de Kevin Dart como ilustrador.

















Fuentes: La información sobre Kevin Dart la he sacado de una entrevista que concedió a Grain Edit. Los trabajos que aparecen aquí provienen de la página de Yuki 7 en Vimeo, además de la antigua página web de Kevin Dart, que ha sido sustituida por su página en Tumblr.

Wednesday, January 18, 2012

Con la deuda no se juega: Egipto 1882

(Entrada publicada originalmente en Un café con Clío.)

 
Hoy quiero contaros una historia en la que el responsable de hundir la economía deja su cargo, y no solo sale indemne sino que además se lleva una buena indemnización, en que unos países acaban dictando la política de otro en nombre del déficit y en la que ciudadanos hartos de sufrir las consecuencias de una crisis de la que no son responsables protestan pidiendo más democracia. ¿La Europa de nuestro tiempo? No. Egipto a finales del siglo XIX. Para que luego digan que la historia no se repite.


El sueño de Ismail

Ismail Pacha
Ismail Pachá. Autor desconocido.

Desde 1863 gobernaba Egipto Ismail Pachá, nieto de Mehmet Alí, un soldado albanés albanés que había sabido maniobrar para hacerse con el poder en los convulsos tiempos que siguieron a la retirada del ejército napoleónico. Mehmet había convertido a Egipto en una potencia local, que seguía bajo soberanía turca solo nominalmente.

Ismail había continuado y acelerado el programa de reformas de su abuelo,  con el objetivo de poner a Egipto al nivel de las países europeos: "No somos un país de África, sino un país de Europa", decía. Al mismo tiempo extendía sus fronteras hacia el sur, con el sueño de construir un nuevo imperio egipcio que se extendiese a lo largo del Nilo, desde el nacimiento hasta su desembocadura.

Pero todo esto costaba dinero. Mucho. E Ismail, aunque culto y trabajador (pasaba todos los días entre ocho y doce horas diarias en su despacho dedicado a los asuntos de estado), tenía un importante defecto: no entendía nada de economía. Y otro aún mayor: elegía para representarle a personas aún más incapaces (o corruptas).




El fantasma de la deuda

Un ejemplo lo tenemos cuando delegó en su ministro Nubar Pachá que renegociase las desfavorables condiciones de la concesión del canal de Suez, cuya construcción se había iniciado bajo el gobierno de su antecesor. A cambio de una pequeña parte de los beneficios, Egipto había renunciado al control del canal y las fértiles tierras que lo rodeaban durante noventa y nueve años, además de proporcionar el agua, los materiales y, más importante, mano de obra barata para su construcción (se calcula que más de cien mil egipcios murieron en el proceso).

Construcción del canal de Suez.

Pero Nubar no solo no logró mejorar las condiciones, sino que además Egipto se vio obligado a pagar 4 millones de libras a la empresa concesionaria de las obras. No pudo llegar en peor momento. El costoso programa de reformas se había emprendido confiando en los altos precios  que el algodón, principal exportación egipcia, había alcanzado por la Guerra de Secesión estadounidense. Pero cuando los precios volvieron a bajar la economía egipcia se encontró sin posibilidad de financiar los nuevos graneros, carreteras o puertos que eran el orgullo de Ismail. Eso sin hablar de sus sueños expansionistas.

Al rescate acudieron los inversores europeos, contentos de prestar dinero a un país amigo. A cambio, eso sí,  de un interés bastante alto. Pero todo el dinero que se conseguía con la venta de bonos, Ismail lo gastaba a manos llenas, lo que acababa en la necesidad de nuevos préstamos hasta que acabó siendo evidente para todos que el país se deslizaba inevitablemente hacia el colapso económico.

¿Qué hicieron entonces las potencias europeas? ¿Negociar un plan de rescate? ¿Una moratoria o disminución de los exhorbitados intereses hasta estabilizar la economía de un país amigo?


El adiós de Ismail

Evidentemente no. En su lugar forzaron al sultán otomano, aliviado de que por una vez el problema de la deuda lo tuviera otro, a destituir a en 1879 a Ismail Pachá y nombrar en su lugar a su hijo Tewfik como nuevo Khedive (gobernador). Un cargo que no iba más allá del nombre, ya que el gobierno efectivo del país se dejó en manos de ingleses y franceses en lo que recibió el nombre de control dual, y cuya principal misión fue que no dejase de fluir dinero hacia los bolsillos de los propietarios de bonos egipcios.

Los últimos días en su cargo fueron de mucho trabajo para Ismail. No debió de ser fácil decidir qué mujeres de su harén debían acompañarle al mismo tiempo que se dedicaba a saquear minuciosamente los tesoros de varios palacios egipcios para llevárselos a su exilio en Nápoles. Y por si eso no era suficiente, además las potencias europeas le concedieron un subsidio de 2 millones de libras por las molestias (no sé a vosotros, pero a mí esto de culpables de hundir un país o una empresa que no sólo se marchan de rositas sino que además se llevan una buena indemnización me suena bastante actual).


Rebelión y intervención armada

Llegados a este momento no es de extrañar que surgiera una respuesta. Varios oficiales egipcios se rebelaron y tomaron el poder en 1882, recibiendo el apoyo tanto de las clases ilustradas como del pueblo llano, que veía como el fruto de su trabajo se iba en impuestos cada vez mayores. Entre los propósitos de los sublevados estaba eliminar de los altos cargos a la corrupta élite de origen otomano y convertir Egipto en una monarquía parlamentaria de corte europeo.

Pero las potencias sólo vieron en el cambio de gobierno una amenaza a la continuidad del pago de la deuda, aún más cuando el nuevo gobierno suspendió la ley según la cual la mitad de los ingresos del estado egipcio debían dedicarse a este fin.

Francia y Gran Bretaña emitieron una dura nota de amenaza, que sólo consiguió provocar una ebullición del sentimiento nacionalista egipcio. A partir de ahí la tensión de dejó de aumentar, más aún cuando los dos países enviaron barcos de guerra al puerto de Alejandría para forzar la renuncia del nuevo gobierno. La visión de la flota inflamó a la población de la ciudad, que se lanzó a la persecución de los europeos y sus colaboradores, dejando a su paso medio centenar de muertos. Dos semanas después buques británicos bombardeaban la ciudad.

Imagen de Alejandría tras el bombardeo británico de 1882 (fuente).

Finalmente, el 14 de septiembre de 1882 tropas británicas derrotaban al ejército egipcio en Tel el-Kebil. A los podos días entraban en El Cairo y devolvían el poder a su legítimo propietario, el Kedhive Twefik.


Epílogo

Aunque nominalmente el poder volviera al Kedhive, en la práctica Egipto se convirtió en un protectorado británico. Una situación inicialmente concebida como provisional, hasta que el país se estabilizase (y se garantizase el pago de la deuda, claro), pero que finalmente se prolongó hasta su independencia en 1922.

La cuestión egipcia se convirtió en un asunto incómodo para el gobierno británico, condicionando su política en África durante los años siguientes. Además es considerado como uno de los hechos que acabó desencadenando la carrera por el reparto de África que estaba a punto de desatarse.

Aunque nada de esto debió resultar de gran importancia para los ciudadanos egipcios, que siguieron pagando con su sudor la deuda creada por un gobernante incapaz que terminó sus días rodeado de lujos en Europa.



Fuentes:

Friday, January 6, 2012

Indefensión aprendida

Hace unos días visitaba el blog Trafegando ronseis cuando me encontré con este vídeo. En él lo que parece una profesora induce en algunos de sus alumnos una indefensión aprendida. ¿Y qué es eso, os preguntaréis? Justamente eso mismo hice yo, me puse a buscar por la red y, casualidades de la vida, ese mismo día coincidí con una médica y le pregunté al respecto. Pero mejor veis primero el vídeo:


Curioso, ¿verdad? Al menos así me lo pareció a mí. Y como curioso y curiosidad comparten la misma raíz, pues ahí que me lancé a buscar por la red qué era eso de la indefensión aprendida. En la Wikipedia hispana no había nada, pero sí cuenta con un artículo en la inglesa. Aunque si no queréis leer en inglés, en la primera página de búsqueda en Google se encuentran estas notas y esta entrada que dicen más o menos lo mismo, aunque yo me he guiado por Wikipedia para escribir esto.

Resumiendo, la indefensión aprendida surge cuando estamos sometidos a una situación incómoda o dolorosa ante la que nos parece que no podemos hacer nada. Como es inútil luchar dejamos de hacerlo, y aunque más adelante nos surja la ocasión de cambiar las cosas ya no nos molestamos en intentarlo, hemos asumido que así es como son las cosas.

El término surge a finales de los sesenta a partir del trabajo de Martin Seligman y Steve Maier. Estos realizaron una serie de experimentos en perros. Se dividían los animales en tres grupos y se colocaban en un arnés. A los del Grupo 1 simplemente se les dejaba allí por un tiempo. Los perros del Grupo 2 recibían descargas eléctricas que podían detener activando una palanca. También los del Grupo 3 recibían descargas, pero su palanca era inútil. No dejaban de recibir los calambres hasta que su pareja del Grupo 2 no activaba la palanca. No tenían ningún control sobre el estímulo, que para ellos se detenía de manera aleatoria.

En la segunda parte del experimento, los perros eran dejados en una plataforma y recibían nuevas descargas, pudiendo librarse de ellas saltando a un nivel inferior. Mientras que los perros de los Grupos 1 y 2 escapaban al castigo, los del Grupo 3 permanecieron tumbados en el suelo, gimiendo. Aunque podían escapar fácilmente, habían aprendido que no podían hacer nada por evitar el castigo y ni siquiera lo intentaban.

En la página de Wikipedia podéis leer sobre experimentos posteriores, incluso uno con bebés (no os asustéis, no les daban descargas, consistía en poner en marcha un móvil sobre la cuna), que daban similares resultados.

De todas formas, como uno no puede creerse todo lo que lee por la red (no, niños, ni siquiera en Wikipedia), aproveché que estuvo en casa de visita una médica para preguntarle sobre el tema. En efecto, conocía el término y me comentó que al explicárselo a ella habían puesto como ejemplo situaciones de maltrato, en las que la víctima acaba pensando que es inútil resistirse y acaba dejando de buscar la posibilidad de escapar.

Para terminar, una nota positiva. Los experimentos comprobaron como aproximadamente un tercio de los individuos (perros o personas) sometidos al experimento seguían intentando evitar la situación desagradable a pesar de todo. Al estudiar qué rasgos compartían estas personas que no se rendían, se comprobó que eran los más optimistas.

Así que ya lo sabéis, aprended a mirar el mundo con mejores ojos. Disfrutaréis más la vida y si os llega una racha adversa seréis capaces de salir de ella cuando vuelva a aparecer la posibilidad.

No te rindas. Sonríe.

Just A Smile, fotografía de Kevin Ng.

Tuesday, January 3, 2012

Un café con Clío

Hace un tiempo os comenté que estaba repensando el blog. Fruto de esas cabilaciones fue que los cortometrajes se independizaran de La canción y surgiese Los jueves, corto. Ahora es otro pedacito el que deja el barco. Uno que, aunque tenía bastante descuidado, no dejaba de ser una de las razones por las que había empezado el blog.

Hoy ha comenzado su andadura Un café con Clío, un blog de Historia que, como dice en su primera entrada:
"quiere ser una recopilación informal de los acontecimientos o personajes que más me han llamado la atención en mi lecturas históricas, dejando también espacio de cuando en cuando para la mitología. Todo a un nivel sencillo, como se podría contar en una charla de café en la que una silla estuviera reservada a la musa de la Historia."

Estáis todos invitados. Espero que os guste.




Monday, January 2, 2012

Celestino V, el Papa que renunció

De entre la larga lista de nombres que han ocupado la silla de San Pedro, uno de los que cuenta con una historia más curiosa es Celestino V. Ocupó el cargo durante sólo cinco meses en el año 1296 y ha sido uno de los pocos (hay quien dice que el único) papas en renunciar a su puesto por propia voluntad; un puesto al que nunca aspiró y que no hizo mas que traerle desgracias.

Antes de conocer su historia debemos ponernos en antecedentes. Durante gran parte de su existencia el papado unió bajo su mitra dos aspectos bien distintos: uno espiritual y otro eminentemente mundano como era ser la cabeza de los Estados Papales. Durante siglos los Papas fueron uno más entre los actores que conspiraban y guerreaban entre sí por la hegemonía de la península italiana, una de las zonas más agitadas de la Edad Media.

En los años previos a la entronización de Celestino V el asunto más candente en la zona era la lucha que llevaba a cabo la Casa de Anjou, de procedencia francesa y que reinaba en Nápoles, contra la Corona de Aragón a cuenta de la isla de Sicilia. Este enfrentamiento tenía su reflejo directo en el cónclave que había de elegir al nuevo Papa, dividido entre pro-franceses y pro-aragoneses, ninguno con los votos suficientes para imponer a uno de sus candidatos.

Así fue pasando el tiempo, hasta que tras dos años separarse y volverse a reunir, los cardenales aún no habían sido capaces de elegir un nuevo Papa. Las presiones para que tomaran una decisión fueron incrementándose hasta que finalmente optaron por el comportamiento habitual de la curia en estos casos: si no podemos ponernos de acuerdo, optemos por alguien de fuera.


Retrato de Celestino V por 
Giulio Cessare Bedeschini (Wikipedia)
El elegido fue Pietro Angeleri di Murrone, un monje de 79 años con fama de santidad (se decía de él que cierta vez en la corte de Gregorio X había colgado su hábito de un rayo de sol), que había vivido retirado del mundo durante más de sesenta años. Cuando le comunicaron su nombramiento su reacción no fue ya de sorpresa, sino de absoluto pavor. Pietro, un alma simple que no tenía más deseo que permanecer lo que le quedaba de vida retirado en su ermita, se encontraba de repente al frente de la Iglesia.

Tras un prolongado retiro dedicado a la oración, finalmente Pietro aceptó el nombramiento, siendo coronado con el nombre de Celestino V. El nuevo Papa estuvo desde el primer momento sometido a la influencia de Carlos II de Anjou, que lo llevó con él a Nápoles. Un ejemplo de lo fuera de lugar que se sentía Celestino V en su nueva situación fue que mandase construir en el palacio donde residía una pequeña celda de madera donde poder encontrarse cómodo.

Pero Celestino no se engañaba, para él era obvio que carecía tanto del conocimiento como de la habilidad para gobernar la Iglesia y sus estados. Así que a los cinco meses de su coronación reunió a los cardenales y les comunicó la decisión de abdicar. Fue la primera vez que un Papa renunciaba a su título por propia voluntad.

Pero si Celestino V pensaba que volviendo a ser Pietro podría regresar a la añorada sencillez de su hermita estaba muy equivocado.

El culpable fue el verdadero hombre fuerte de la Iglesia en ese momento, el cardenal Benedetto Caetani. Hijo de una aristocrática familia romana, era todo lo contrario que al hasta entonces Papa. Frente a la espiritualidad de Celestino, Benedetto era un hombre ambicioso, perteneciente a la facción francesa de la Curia que había sabido aprovechar la estancia del Papa en Nápoles para hacerse con el poder.
 
Retrato de Bonifacio VIII,
autor desconocido (Wikipedia).
Fue Benedetto el que engrasó la maquinaria que permitió la abdicación y, en un cónclave que sólo duró un día, su nombramiento como sucesor con el nombre de Bonifacio VIII. Pero el nuevo Papa tenía muchos enemigos, empezando por el pueblo que adoraba a Celestino V como a un santo y que no podía asumir que un Papa pudiera renunciar en vida. Incluso empezó a circular la leyenda de que Bonifacio había hecho instalar unos tubos en la celda de su antecesor mediante los cuales le hablaba mientras dormía, haciéndose pasar por la voz de Dios y pidiéndole que renunciase.

Así que con el temor de que sus opositores usaran la figura de Celestino V como bandera de enganche, Bonifacio optó por llevarlo consigo a Roma por la fuerza. Pero Pietro no estaba dispuesto a acabar sus días en un palacio, fuera como Papa o como prisionero, y se las apañó para  huir a su ermita donde fue recibido con gran alborozo. Y cuando los hombres del Papa vinieron a prenderle, el octogenario monje huyó a las montañas, donde vivió escondido durante meses  antes de que lograran apresarle.

Fue enviado al castillo de Fumone donde vivió encerrado los meses que le quedaban de vida. Aunque aún le quedó un pequeña victoria póstuma. Cuando tras ser capturado fue llevado a presencia de su sucesor se cuenta que formuló una profecía: "Llegaste como un zorro, reinarás como un león y morirás como un perro".

Y así fue, aunque esa ya es otra historia.

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Fuentes:

Para esta entrada he seguido básicamente el relato del papado de Celestino V que hace John Julius Norwich en su libro The Popes: A History. También he ojeado la entrada sobre Celestino V en la Enciclopedia Católica, que se adentra más en la vida de Celestino antes de ser elegido Papa y pasa un poco más de puntillas con respecto al comportamiento que tuvo con él Bonifacio VIII.

Norwich sostiene que Celestino V fue el único Papa en renunciar voluntariamente a su corona, aunque tanto en la Enciclopedia Católica como en otras páginas se indican más casos (1, 2 y 3).

Finalmente también he consultado la entrada de Wikipedia sobre el cónclave de 1292-94.