Hace unos días visitaba el blog Trafegando ronseis cuando me encontré con este vídeo. En él lo que parece una profesora induce en algunos de sus alumnos una indefensión aprendida. ¿Y qué es eso, os preguntaréis? Justamente eso mismo hice yo, me puse a buscar por la red y, casualidades de la vida, ese mismo día coincidí con una médica y le pregunté al respecto. Pero mejor veis primero el vídeo:
Curioso, ¿verdad? Al menos así me lo pareció a mí. Y como curioso y curiosidad comparten la misma raíz, pues ahí que me lancé a buscar por la red qué era eso de la indefensión aprendida. En la Wikipedia hispana no había nada, pero sí cuenta con un artículo en la inglesa. Aunque si no queréis leer en inglés, en la primera página de búsqueda en Google se encuentran estas notas y esta entrada que dicen más o menos lo mismo, aunque yo me he guiado por Wikipedia para escribir esto.
Resumiendo, la indefensión aprendida surge cuando estamos sometidos a una situación incómoda o dolorosa ante la que nos parece que no podemos hacer nada. Como es inútil luchar dejamos de hacerlo, y aunque más adelante nos surja la ocasión de cambiar las cosas ya no nos molestamos en intentarlo, hemos asumido que así es como son las cosas.
El término surge a finales de los sesenta a partir del trabajo de Martin Seligman y Steve Maier. Estos realizaron una serie de experimentos en perros. Se dividían los animales en tres grupos y se colocaban en un arnés. A los del Grupo 1 simplemente se les dejaba allí por un tiempo. Los perros del Grupo 2 recibían descargas eléctricas que podían detener activando una palanca. También los del Grupo 3 recibían descargas, pero su palanca era inútil. No dejaban de recibir los calambres hasta que su pareja del Grupo 2 no activaba la palanca. No tenían ningún control sobre el estímulo, que para ellos se detenía de manera aleatoria.
En la segunda parte del experimento, los perros eran dejados en una plataforma y recibían nuevas descargas, pudiendo librarse de ellas saltando a un nivel inferior. Mientras que los perros de los Grupos 1 y 2 escapaban al castigo, los del Grupo 3 permanecieron tumbados en el suelo, gimiendo. Aunque podían escapar fácilmente, habían aprendido que no podían hacer nada por evitar el castigo y ni siquiera lo intentaban.
En la página de Wikipedia podéis leer sobre experimentos posteriores, incluso uno con bebés (no os asustéis, no les daban descargas, consistía en poner en marcha un móvil sobre la cuna), que daban similares resultados.
De todas formas, como uno no puede creerse todo lo que lee por la red (no, niños, ni siquiera en Wikipedia), aproveché que estuvo en casa de visita una médica para preguntarle sobre el tema. En efecto, conocía el término y me comentó que al explicárselo a ella habían puesto como ejemplo situaciones de maltrato, en las que la víctima acaba pensando que es inútil resistirse y acaba dejando de buscar la posibilidad de escapar.
Para terminar, una nota positiva. Los experimentos comprobaron como aproximadamente un tercio de los individuos (perros o personas) sometidos al experimento seguían intentando evitar la situación desagradable a pesar de todo. Al estudiar qué rasgos compartían estas personas que no se rendían, se comprobó que eran los más optimistas.
Así que ya lo sabéis, aprended a mirar el mundo con mejores ojos. Disfrutaréis más la vida y si os llega una racha adversa seréis capaces de salir de ella cuando vuelva a aparecer la posibilidad.
No te rindas. Sonríe.
Just A Smile, fotografía de Kevin Ng. |
No comments:
Post a Comment