He oído a Lucio Flaco, sumo sacerdote de Marte, referir la historia siguiente: Cecilia, hija de Metelo, quería casar a la hija de su hermana y, según la antigua costumbre, fue a una capilla para recibir un presagio. La doncella estaba de pie y Cecilia sentada y pasó un rato largo sin que se oyera una sola palabra. La sobrina se cansó y le dijo a Cecilia:
-Déjame sentarme un momento.
-Claro que sí, querida -dijo Cecilia-; te dejo mi lugar.
Estas palabras eran el presagio, porque Cecilia murió en breve y la sobrina se casó con el viudo.
Cicerón,
De divinatione, I, 45
Lo conocí gracias a Cuentos breves y extraordinarios, seleccionados por Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares.
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