La suerte, siempre se ha dicho, es caprichosa, y de vez en cuando se divierte agitando el árbol de la Historia, haciendo caer frutos que parecían no estar aún maduros. Esto sucedió con la caida del Imperio Latino de Oriente, perdido de manera imprevista por un golpe de buena (o mala) suerte.
Pongámonos un poco en situación: a principios del S. XIII la Cuarta Cruzada, cuyo primer objetivo era Egipto, derivó gracias a las intrigas venecianas en la conquista y saqueo de Constantinopla. Fue la primera vez en 900 años que la ciudad era tomada por un enemigo exterior. Sin duda una forma bastante cruel de agradecer al Imperio Bizantino que durante varios siglos hubiera hecho de barrera ante las acometidas de distintos pueblos venidos de Asia, dando tiempo a los reinos europeos a consolidarse.
Pongámonos un poco en situación: a principios del S. XIII la Cuarta Cruzada, cuyo primer objetivo era Egipto, derivó gracias a las intrigas venecianas en la conquista y saqueo de Constantinopla. Fue la primera vez en 900 años que la ciudad era tomada por un enemigo exterior. Sin duda una forma bastante cruel de agradecer al Imperio Bizantino que durante varios siglos hubiera hecho de barrera ante las acometidas de distintos pueblos venidos de Asia, dando tiempo a los reinos europeos a consolidarse.
Tras saquear a conciencia Constantinopla, los cruzados erigieron el Imperio de Romania, también conocido como el Imperio Latino de Oriente. Pero, aunque los griegos habían perdido su capital, no estaban derrotados, y poco a poco fueron recuperando parte del terriotorio perdido. A mediados del S. XIII el imperio de Nicea disfrutaba de la hegemonía entre los reinos que habían surgido tras la caída de Constatinopla, y su rey Miguel Paleólogo se hacía llamar a sí mismo emperador. Pero el título no era más que una declaración de intenciones mientras que no tuviera en su poder la antigua capital.
Aunque en esos momentos Romania ya se reducía prácticamente a Constantinopla, las murallas de la ciudad seguían siendo formidables y, en cualquier caso, eran más de lo que podía permitirse enfrentar en ese momento el emperador Miguel. Y el tiempo era importante. Las potencias europeas tenían su atención en otra parte, pero nada podía garantizar que en cuanto las cosas se calmasen en el continente no hubiera alguna que escuchara la llamada de ayuda de los latinos de oriente frente a los griegos cismáticos.
Así andaban las cosas cuando en 1261 uno de los generales de Miguel pasó con un pequeño ejército frente a Constantinopla camino de cumplir una misión en la frontera búlgara. Cuando se aproximaba a la ciudad fue recibido por el jefe de los habitantes de los suburbios, famosos por su facilidad a la hora de cambiar sus lealtades entre latinos y griegos. Según el relato que hace S. Runciman del hecho: "Éste hombre le dijo que la mayor parte de la guarnición latina de la ciudad había partido con el grueso de los barcos venecianos, con intención de tomar una isla griega del mar Negro (...) Ofreció hacer entrar a las tropas de Nicea en la ciudad a través de un paso subterráneo cuya existencia había descubierto".
Usando ese paso los griegos introdujeron a unos cuantos hombres durante la noche que abrieron las puertas de la ciudad. A la mañana siguiente el emperador latino Balduino se despertó descubriendo que las calles estaban abarrotadas de ciudadanos aclamando al emperador Miguel. Inmediatamente ordenó a la flota que regresara, pero ya era tarde. Los soldados de Nicea se hicieron fuertes en las murallas y desbarataron el desembarco prendiendo fuego a los muelles. A duras penas logró Balduino escapar de su ciudad rumbo a un exilio del que ya no volvería.
Las buenas nuevas llegaron al emperador Miguel a la mañana siguiente muy temprano.Volviendo al relato de Runciman: "El emperador estaba dormido cuando (su hermana) Eulogia se aproximó a él, gritando que Constantinopla era suya. Medio dormido aún, el emperador no podía creerla, y su hermana tuvo que sacudirlo y repetir que Cristo le había dado Constantinopla para que se convenciera."
Miguel Paleólogo logró así refundar un imperio que aguantaría aún dos siglos más antes de caer en manos de los turcos, pero eso ya es otra historia...
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Fuente: Las vísperas sicilianas, de Sir Steven Runciman.
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