Los presos políticos uruguayos no podían hablar sin permiso, silbar, sonreír, cantar, caminar rápido, ni saludar a otro preso. Tampoco podían dibujar ni recibir dibujos de mujeres embarazadas, parejas, mariposas, estrellas ni pájaros.
Didaskó Pérez, maestro de escuela, torturado y preso, recibió un domingo la visita de su hija Milay, de cinco años.
La hija le traía un dibujo de pájaros. Los censores se lo rompieron a la entrada de la cárcel. Al domingo siguiente, Milay le trajo un dibujo de árboles. Los árboles no estaban prohibidos.
Didaskó le elogia la obra y le pregunta por los circulitos de colores que aparecen en las copas de los árboles. Muchos pequeños círculos entre las ramas:
-¿Son naranjas? ¿Qué frutas son? La niña le hace callar: Ssshhhhh. Y en secreto le explica:
-Bobo. ¿No ves que son ojos? Los ojos de los pájaros que te traje a escondidas.
Eduardo Galeano
Eduardo Galeano
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