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Saturday, March 10, 2012

Una rendición con condiciones

(Entrada publicada originalmente en Un café con Clío.)


Hay un proverbio que dice "soldado que huye sirve para otra guerra". Aunque claro, por muy superior que sea el enemigo al que uno se enfrenta, eso de rendirse no deja de tener un regustillo poco honorable que algunos intentan camuflar como pueden.

Uno de estos casos aparece reflejado en el libro El día D de Antony Beevor, que cuenta la anécdota de un cuerpo de infantería americano que avanzaba hacia Cherburgo dos semanas después del desembarco. Cortándoles el paso encontraron una posición defensiva alemana. Procurando evitar un enfrentamiento el coronel MacMahon ordenó que se avisara a los alemanes que se rindieran o se atuvieran a las consecuencias.

Ya estaría mascullando el coronel americano por la cabezonería germana y preparándose para ordenar a sus artilleros que machacaran la posición cuando empezaron a surgir soldados llevando banderas blancas. Entre ellos un grupo de cinco oficiales que pidió vérselas con quien estuviera al mando.

Oficiales dialogando (wikipedia).

A partir de aquí no puedo dejar de imaginarme la situación a la manera de la genial Un, dos, tres de Billy Wilder, cambiando al coronel MacMahon por el director MacNamara y a los cinco oficiales alemanes por los tres delegados soviéticos. Así, los alemanes se habrían dirigido al americano haciéndole saber que el comandante de su guarnición era consciente que allí ya no tenían nada más que hacer, pero tampoco que no quería rendirse de una forma que humillase al ejército alemán. Solicitaba a MacMahon que, si no le resultaba mucha molestia, les lanzasen con sus morteros algunos proyectiles de fósforo blanco para que pudiera capitular sintiendo que había "cumplido con sus obligaciones con el Führer".


Dotación de mortero americana en una acción
cerca del Rin en 1945 (wikipedia)
La solución era a todas luces beneficiosa para MacMahon, que debió de haber dado la orden satisfecho, sólo para que al rato se le acercase alguno de sus subalternos con un "ummm, mi coronel, tenemos un problemita, ¿se acuerda usted de ese bombardeo que hicimos a principios de semana?" o algo similar. Resumiendo, que no quedaban proyectiles de mortero de fósforo blanco, que si no les importaba que en su lugar fueran unas simples granadas.

En ese momento los alemanes (según mi asociación cinematográfica) debieron decir "¿le importa que nos reunamos en conferencia?" y ponerse a discutir en círculo mientras los americanos los miraban impacientes. "De acuerdo", habría sido su respuesta, "admitimos granadas. Cinco, una por cada uno de nosotros".

MacMahon, al estilo del MacNamara de Wilder, se habría dirigido entonces a su ordenanza ordenando que le trajeran cinco granadas. Ordenanza que volvería al cabo de un rato para cuchichear algo al oído de su coronel, que se dirigiría a los alemanes diciendo en tono disgustado: "me temo que sólo nos quedan cuatro granadas de fósforo blanco. Entiéndanme, estas dos últimas semanas han sido un poco movidas y contábamos con tomar Cherburgo para empezar a recibir repuestos en condiciones".

Prisioneros alemanes en Cherburgo (wikipedia).
"¡Conferencia en la cumbre!" debió de ordenar uno de los alemanes, volviendo a formar el círculo mientras mascullaban comentarios sobre la tacañería americana. "De acuerdo, aceptamos las cuatro granadas", diría el oficial de mayor rango. Pero claro, ahora había que discutir dónde se arrojaban. No debía ser un sitio muy alejado, para que no pusiera en entredicho el honor alemán, ni demasiado cerca de la posición, no fuera a ser que alguien se hiciera daño. Finalmente se decidió lanzar las cuatro granadas a un campo de grano cercano.

Cuando se despejó el humo, los alemanes debieron pasear arriba y abajo, muy dignos, por el lugar de las explosiones para certificar que los americanos no intentaban engañarlos. Tras esto una última reunión para ponerse de acuerdo, estrechar la mano al oficial americano e ir a informar a su coronel que podía dar la orden de rendirse al resto de la guarnición. No debía preocuparse, su honor estaba intacto. Prácticamente.



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Notas:

Mientras escribía esto me entró la curiosidad de saber en qué consistían exactamente las bombas de fósforo blanco. Os comento algunas cosas que he descubierto en los artículos que le dedica Wikipedia en inglés y español.
  • El fósforo blanco es altamente inflamable y genera una gran nube de humo en el momento de la explosión, siendo uno de sus usos el proporcionar una pantalla para los movimientos de tropas.
  • Además la ignición del fósforo genera una gran temperatura, pudiendo causar graves quemaduras, por lo que también se usa como arma antipersona e incendiaria. Además el humo que genera provoca irritaciones y su inhalación prolongada puede causar serias lesiones o, incluso, la muerte.
  • La situación que se describe en la entrada no debía ser muy habitual, pues al inicio de la campaña de Normandía el ejército americano iba bien provisto de proyectiles de fósforo. Su uso parece haber sido abundante como arma incendiaria y antipersona.
  • Debido a su efecto incendiario, el uso fósforo blanco en zonas civiles está en la actualidad prohibido por tratados internacionales. Su utilización por las fuerzas americanas en Iraq o por los isrealíes en Gaza ha sido objeto de denuncia por parte de organizaciones humanitarias. Los gobiernos implicados se han defendido argumentando haberlo empleado sólo como pantalla de humo, a lo que se han opuesto testimonios de civiles afectados por las quemaduras.

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