Ya anciano, el oráculo predijo a Esquilo (dramaturgo griego, S. V a.C) que moriría aplastado por una casa, por lo que decició residir fuera de la ciudad. Falleció poco después cuando un quebrantahuesos le arrojó sobre la cabeza una tortuga (según la tradición al confundir su calva con una piedra).
A pesar del gran reconocimiento que recibieron, el mayor orgullo de Esquilo no eran sus obras teatrales, sino haber participado en la batalla de Maratón, siendo esto lo único que quiso que apareciera en su epitafio.
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