Como (casi) todo el mundo, conocía leyenda que da origen a la maratón: tras vencer al ejército persa en la batalla de Maratón (490 a.C.), un soldado griego recorre los 42 kilómetros que separan este lugar de Atenas. Desfallecido, al llegar a la ciudad sólo le queda aliento para anunciar la victoria antes de morir. Sin embargo nunca me había parado a pensar la razón de este sacrificio. Al fin y al cabo habían ganado la batalla, ¿qué más daba que la noticia se conociera un poco después?
El motivo lo he conocido recientemente al leer Las grandes batallas de la Historia, editado por el Canal Historia, que me regalaron estas navidades (por cierto, me llama la atención que en ningún lugar del libro viene el nombre de un solo autor). Tras la batalla de Maratón los griegos no pudieron evitar que gran parte del ejército persa embarcara de nuevo en su flota y pusiera rumbo a Atenas, objetivo principal de la invasión. La ciudad había quedado desguarnecida, y si sus habitantes veían llegar a la flota persa sin duda pensarían que habían sido derrotados y se rendirían.
Se imponía pues que las buenas noticias llegaran lo antes posible, incitando a los ciudadanos a resistir en tanto regresaba el ejército victorioso. Y se cumplió el objetivo: todos los hombres, mujeres y niños de Atenas subieron a las murallas para dar la impresión de que se encontraban guarnecidas. Los persas cayeron en el engaño y, no atreviéndose a intentar un ataque con el ejército griego en camino, se retiraron sin llegar a desembarcar.
A pesar de su fama, no está claro que la carrera cuya leyenda dio lugar a la maratón sucediese realmente. No aparece en las fuentes hasta cinco siglos después de la batalla. Los historiadores de la época no la citan, aunque sí hacen referencia a otra gesta atlética: la que llevó a cabo Filípides al recorrer en dos días los 246 kilómetros que separaban Atenas de Esparta para solicitar la ayuda de estos últimos. Durante siglos se pensó que era una exageración del historiador Heródoto, hasta que en 1982 tres militares ingleses hicieron la carrera en treinta y seis horas.
Por último una curiosidad: la distancia de la prueba de maratón es de 42.195 km. Esos 195 metros extra aparecieron por primera vez en los IV Juegos Olímpicos celebrados en Londres en 1908, y se añadieron para que la carrera terminase frente a la tribuna real.
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