Hace tres meses volví a hacerme el propósito de mejorar mi inglés (era año nuevo y tocaba). Así que arramblé con todos los podcast que se me pusieron a tiro en la web de la BBC, creé una carpeta en mi reproductor de MP3 y... bueno, digamos que los primeros días sí que los escuché un poco. Fue en uno de estos programas donde descubrí un museo extraño y único, un espacio donde conviven un oso de peluche y un hacha con un vestido de novia, un caballito de cristal con unas esposas, o un espejo retrovisor con un enano de jardín descascarillado. Objetos cuya única conexión está en los sentimientos de sus anteriores propietarios: todos ellos son recuerdos de un amor que acabó mal.
Intrigado me puse a bucear en su página web y en los reportajes de prensa que incluye, descubriendo su origen y algunas de las tristes y muy humanas historias que atesoran los objetos de su colección. Dejad que os cuente lo que descubrí.
El origen de esta inusual exposición se encuentra, como no podía ser de otra forma, en una ruptura sentimental. Cuando Dražen Grubišic y Olinka Vištica, un artista y una productora croatas, decidieron poner fin a cuatro años de relación se encontraron con la difícil tarea de repartir sus pertenencias. Había ciertos objetos cuyo principal valor eran los recuerdos que atesoraban, cosas que no tenían sentido más allá de su convivencia como pareja. ¿Cómo repartirlos? "Deberíamos hacer un museo con ellos", bromearon.
Tres años después Grubišic llamó a Vištica para recordarle la idea y proponerle convertirla en una exhibición con vistas a la bienal de Zagreb de 2006. Unieron sus propios recuerdos a los que les proporcionaron algunos amigos hasta formar una colección de cuarenta objetos. El éxito fue tal que se convirtió en una exposición itinerante que ha recorrido una veintena de ciudades por todo el mundo, incluyendo Berlín, Londres, Buenos Aires o Ciudad del Cabo. Por allí por donde pasaban recogían donaciones hasta que, camino del millar de objetos, tuvieron que dejar de solicitarlas (a pesar de lo cual aún continúan recibiendo un goteo constante).
Una de las descripciones más breves es la que acompaña a una lata de incienso de amor: "No funciona". |
Fueron estas historias las que me atraparon y me despertaron las ganas de saber más. Testimonios marcados algunos por la rabia, los más por una terrible tristeza. Según los creadores de la colección, donarlos es una manera de sobreponerse al colapso emocional que acompaña al fin de la relación: "Cuando cedes tus pertenencias y tu historia al museo deja de ser tu historia, es de todo el mundo".
A continuación os resumo algunas de las que más me han llamado la atención, recopiladas tanto directamente de la web del museo como de los reportajes que aparecen en su sección de prensa.
- Los osos de peluche son los objetos que han sido donados más veces al museo. El que aparece junto a estas líneas está acompañado del siguiente texto: "Te quiero. ¡Menuda mentira! ¡Mentiras, malditas mentiras! Sí, es como cuando eres joven, inocente y enamorada. ¡Y no te das cuenta de que tu novio empezó a salir contigo solo para llevarte a la cama! Recibí este osito en San Valentín. Sobrevivió en lo alto de mi armario en una bolsa de plástico, porque no fue él quien me hizo daño, sino el idiota que lo dejó detrás".
- El gnomo loco del día del divorcio (foto al inicio de la entrada): "Él llegó en un coche nuevo. Arrogante, superficial y sin corazón. El gnomo cerraba la puerta que él mismo había destrozado hacía algún tiempo. En ese momento voló hacia el parabrisas del coche nuevo, rebotó y aterrizó en el asfalto. Fue una gran curva, dibujando un arco en el tiempo, y este gran pequeño arco significó el final del amor".
- Una de las piezas más populares y que aparece en la mayoría de los reportajes es el hacha de un novio despechado. Al volver de una ausencia de tres semanas por trabajo su novia, que le había despedido entre lágrimas asegurando que no sería capaz de pasar ese tiempo sin él, le dijo que se había enamorado de alguien a quien había conocido hacía sólo cuatro días. Él la echó de casa, lo que ella aprovechó para marcharse de vacaciones con su nueva pareja. Cada día de los catorce que estuvo de viaje su ex eligió un mueble de los que ella había dejado atrás para destrozarlo con un hacha como una forma de dar salida a su rabia.
- Un liguero: "Nunca me lo puse. Nuestra relación podría haber durado más si lo hubiera hecho".
- Un teléfono: "Duró 300 días de más. Me dio su teléfono móvil para que no pudiera volver a llamarlo".
- Una prótesis de pierna: su propietario perdió un pie durante la guerra de Croacia. Durante su recuperación se enamoró de la trabajadora social que le ayudaba. "La prótesis duró más que nuestro amor. ¡Estaba hecha de un material más fuerte!"
- Un frasco lleno de lágrimas: "El contenido de este envase son las lágrimas que junté. Las derramé después de haber roto una relación de cuatro años con una hermosa (pero escurridiza) mujer. Realmente tuve la intención de enviarle estas lágrimas como muestra de mi profundo dolor. Pero hasta el día de hoy siguen conmigo".
- Una mujer donó una especie de peto con dos pechos postizos de silicona que su marido había esculpido para que llevase mientras hacían el amor.
- Un abre botellas con forma de llave: "Me hablabas de amor, todos los días me dabas pequeños regalos. Este es uno de ellos. La llave del corazón. Me confundías, no querías acostarte conmigo. No me di cuenta de cuánto me querías hasta que falleciste de SIDA".
- Aunque la historia más triste que he leído es la que acompaña a un collar de perro con una luz roja parpadeante, para que si el animal huía no se perdiera en la oscuridad. Lo donó un hombre que había dejado a su mujer tras trece años de matrimonio porque sentía que se había terminado el amor. Ella volvió a su país llevándose al perro de la pareja. Tiempo después le envió un paquete con varias cosas incluyendo el collar. Un año después de la separación la mujer, con el corazón roto, se ahorcó en una habitación de hotel. El hombre fue incapaz de quedarse en collar. Su parpadeo le recordaba el latido de un corazón.